El Noroeste argentino es un verdadero tesoro, donde la naturaleza despliega su belleza en paisajes de mil colores y donde los pueblos parecen sacados de un cuento de hadas.
Si bien Jujuy alberga clásicos destinos como Humahuaca, Tilcara y Purmamarca, hay rincones menos conocidos pero igualmente encantadores que merecen ser descubiertos.
Tres pueblos mágicos para conocer en estas vacaciones de invierno
1. Uquía y la Quebrada de las Señoritas
Uquía, un encantador pueblo ubicado a solo 10 km de Humahuaca sobre la RN 9, es un destino emergente que cautiva a cada vez más visitantes. Su joya escondida es la Quebrada de las Señoritas, una impresionante hendidura en la montaña que deslumbra con sus colores rojos, blancos y negros. Además, Uquía es famoso por la festividad de la "Bajada de los diablitos", una celebración tradicional durante el carnaval. Un imperdible es el trekking de dificultad media que lleva a este maravilloso cañón, con una duración de aproximadamente 3 horas. No te pierdas el histórico molino Jesuita ni el reloj de sol que marca el paso del Trópico de Capricornio.
2. La Paleta del Pintor en Maimará
Maimará, parte del departamento de Tilcara, es una pequeña localidad que deslumbra con su espectacular entorno natural. Conocida como "La Paleta del Pintor", sus cerros multicolores conforman un paisaje único y fascinante. Entre sus atractivos, destaca el cementerio en altura, donde las bóvedas decoradas con flores de papel revelan la peculiar relación de los lugareños con el más allá. Maimará, que significa "El otro año" en Aymara, es un destino que invita a perderse entre sus calles y disfrutar de su mística atmósfera.
3. Casira, el Pueblo Alfarero
Ubicado en el departamento de Santa Catalina, Casira es un pueblo alfarero único en su tipo. A menos de 50 km al oeste de La Quiaca, este encantador rincón es famoso por sus artesanos que utilizan técnicas ancestrales para crear auténticas obras de arte. La alfarería es la actividad principal de este pueblo, y su esencia se respira en cada rincón. Los habitantes han perfeccionado su técnica con el tiempo, moldeando el barro con sus propias manos y utilizando una arcilla rojiza con manchas negruzcas, resultado de la cocción en un hoyo excavado en la tierra.